viernes, 29 de junio de 2007

Lunes 25 de junio de 2007-06-25



Ha pasado tiempo, lamentablemente sobre todo “cronos” con algunos esporádicos “kairós”. Pero heme aquí instaurando en la línea huidiza del tiempo un nuevo detenerse.
Algunas aclaraciones sobre “Cronos y Kairós”.
Los griegos conocían dos términos para referirse al tiempo. Y a ambos conceptos les asignaban dioses. Cronos era el padre despiadado del tiempo. Hijo de Urano y de Gaia que devoró a sus hijos por temor a un sucesor masculino. Zeus, su hijo menor, que había sido ocultado por Rea, su madre, para que no fuera devorado, cuando creció obligó a su padre a escupir a sus hermanos. Con su ayuda, Zeus venció a Cronos y gobernó entonces desde el Olimpo el destino de los hombres. Pero, volviendo a Cronos, es posible ver en éste un aspecto terrible del tiempo: devora sus hijos. Tiene miedo del futuro. Quisiera enterrar todo en sus fauces. Está marcado por el miedo, la angustia. Representa el temor de los hombres ante el tiempo que se escapa.

Esta idea es absolutamente actual. Se ve claramente en el apuro de un tiempo sólo mensurable por un cronómetro; tiempo tirano que ajusta la vida del hombre en un apretado corsé. Además, el reinado de Cronos no lleva a que el tiempo sea aprovechable efectivamente. Sólo genera presión y angustia, pero no fecundidad. No crece nada nuevo, no surge nada que permanezca. Todo pasa a gran velocidad. Digamos que el “stress” de la vida moderna es puro cronos…

La otra expresión, el Kairós, es en cambio el momento oportuno. Los griegos lo representaron con alas en los pies o en los hombros y caminando en puntas de pie o estando sobre ruedas y haciendo equilibrio con una balanza sobre una hoja de afeitar. Su cabeza es interesante porque lleva un mechón de pelo en la frente pero el resto de la cabeza es calva. Mediante esta representación, los griegos querían mostrar que es necesario tomar la ocasión por los pelos. El instante es fugaz, tal como lo demuestra la parte posterior de la cabeza que es lisa. No es posible recuperar el instante que ha pasado. Kairós es el tiempo de quien está totalmente en “el momento”. En esa situación en cierta manera se halla a sí mismo en un momento a la vez instantáneo y eterno. Es el tiempo “cumplido”, anhelado, gozoso; el tiempo que es encuentro.

Hace más de 30 años lo vi así aunque nada sabía del tema. Simplemente lo viví y lo asenté en un poema al que llamé “El encuentro” retrata un momento místico.

Es el encuentro, nave que surge de la luz.
Tiempo de búsqueda con la mirada
Deshilándose en poemas.

Por un instante somos.
Por un instante es el encuentro
Y nuestra vida el infinito
incendiada en mágicos destellos
Como un sendero de voces
Ciñendo la eternidad.

También lo encuentro expresado en otro poema que parafrasea el dicho de “más vale pájaro en mano…” de hace 10 años:

Los pájaros que vuelan
Son vientos de partida.

Misterioso reloj que nos desata
Al tiempo de otra vida.

A transgredir las desventuras, la sensatez del gesto
Y la rutina en las buenas maneras…

A cometer la audacia de dibujar los sueños
Y edificar un SÍ en la orilla nocturna
Del misterio…

El pájaro en la mano, ¿qué otra cosa puede ser
Sino un pájaro muerto?

Pero bueno, el Kairós me ha buscado o lo he buscado siempre. Me hizo una larga introducción, una larga seducción a través del tiempo. Un buen día, hace dos años, en una clase de Filosofía escuché la teoría de esos dos tiempos. Recuerdo que se me aceleró el pulso, sentí una conmoción:¡me estaban hablando de mi viejo amigo y misterioso amigo!!! ¡¡¡Tuve ganas de ponerme de rodillas y llorar!!! De él y por él y en él había escrito todos mis poemas, lo había aceptado como a un amigo sin saber quién era. Cuando lo hacía, sentía que acataba un mandato oculto, casi místico y prestaba oídos a una voz interior cuyo origen desconocía pero cuya importancia, largamente, reconocía. Y me fui dando cuenta de que la clave estaba en concentrarme (¡Yo, que soy la más distraída del mundo!) y mirar las cosas en forma transversal como buscando la ocasión de esos diálogos secretos que venían propuestos desde afuera, del suceder del alrededor, pero que hacían brotar palabras que eran “agua” de una fuente a la vez entrañable y extraña…

Y bueno, hoy estoy aquí virando en mi tema de Odisea (espacio de Kairós por antonomasia) y reencontrándome con mi amado tema. Qué bien lo retrata un salmo hablando del encuentro con Dios: “…porque estar en el umbral de tu casa es siempre mejor
que habitar en los palacios…”

Mi tema es el Kairós. Y es un problema. Cómo en la agitada y afanosa vida hacerle lugar. Las circunstancias (menú de opciones que se matiza día a día)conspiran en su contra,¿conspiran en su contra? La vida es un veloz cabalo que no siempre gobernamos del todo. Muchas veces nos lleva a la rastra. Además la glocalización tironea de nuestra mente y nuestro corazón. Y a la vez que nos ofrece herramientas, tiende a paralizarnos con su sobreoferta, urgencia e implacabilidad. ¿Qué papel juega el otro en todo esto? Entendiendo por el otro el que nos molesta, aquel que “distorsiona” lo que sea…

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